felicidad
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A ser feliz se aprende en casa

El hogar y nuestros familiares representan el primer laboratorio para aprender sobre nosotros mismos y las relaciones humanas.

Cuando llegamos a casa, nos desajustamos la corbata, nos quitamos los tacones, la americana y nos relajamos, dejamos los códigos sociales de lado, desconectamos del mundanal ruido y nos liberamos, siendo más que en ningún otro contexto, nosotros mismos.

Muchas veces tras una reunión con la escuela, los padres se quedan alucinados de la descripción de su hijo, el niño que en casa desobedece y cuesta hacer que recoja sus juguetes es un niño responsable, educado y obediente en clase. Esta incoherencia es una señal de buena salud mental. Un niño capaz de cumplir con las normas indica que tiene buena capacidad de adaptación , es capaz de diferenciar un contexto más informal, el familiar, de un contexto más formal, el colegio. Para que un niño pueda captar las normas de la escuela y cumplirlas, es imprescindible que en casa haya recibido un mínimo de normas. Un niño sano no se comporta de la misma forma en el cole que en casa, igual que nosotros no somos iguales en una reunión de trabajo que en una comida con amigos. El niño que en casa se muestra relajado, es porque se siente lo suficientemente seguro para romper con los convencionalismos externos. Es un síntoma de que está cómodo y libre, porque se siente querido y ha captado que le quieren por como es y no por lo que hace.

Por el contrario un niño modélico en casa, ejemplar, que nunca eleva la voz, que nunca se enfada, ni desobedece, ni reta a los padres, es un niño que probablemente no tenga confianza con ellos y les tenga miedo. No hay que confundir el miedo con el respeto, ni la educación con la severidad.

Esta semana en la prensa han entrevistado a Jari Lavonen el decano de Educación de la universidad de Helsinki, allí, en Finlandia los alumnos empiezan la escuela a los 7 años y comentaba al respecto que un niño de 4 años tiene que jugar, no ser educado de una forma reglada y pesada. También esta semana Salmurri un psicólogo clínico experto en salud emocional comentaba en La contra de La Vanguardia, que hay que enseñar a pensar en lugar de enseñar a obedecer. Es por eso que en casa hemos de brindar a los niños un ambiente informal, distendido donde hayan normas pero sobretodo haya mucho amor. Hasta los siete años el niño tiene pocos recursos para canalizar las emociones, muchas veces necesitan comportarse como más bebés para compensar las ocho horas de educación reglada que han recibido en una jornada escolar , por ejemplo, pueden cambiarse solos en el vestuario de fútbol del cole, sin embargo, en casa pueden hacerse los remolones y necesitar más ayuda, o comer con menos modales… Nuestra reacción típica sería continuar exigiendo creyendo que el niño se está colgando porque ya lo sabe hacer, cuando en realidad el niño está descansando, necesita dejar de esforzarse y buscar seguridad.

Los adultos reprimidos fueron niños silenciosos para no molestar o enfadar a unos padres un poco desconocidos, rígidos o distantes. Estos niños aparentemente ejemplares, tampoco se rebelaron de adolescentes, ni un portazo, ni una contestación, ni siquiera se atrevieron a poner la música más alta. Ellos de adultos tienen mucho temor a ser juzgados por eso no abandonan nunca la formalidad, ni siquiera, en un ambiente distendido, suelen hablar como un libro, son rígidos, excesivamente educados hasta el punto de ser distantes y evitan la relación más íntima, o cercana.

Estoy deacuerdo con las charlas para padres donde aprendes estrategias educativas para ejercer el rol de autoridad que necesitamos transmitir a nuestros hijos. Pero un adolescente, para convertirse luego en un adulto sano, tiene que haberse rebelado de alguna manera, ya sea en la forma de vestir, en querer salir todas las noches posibles, en invertir la mayor parte del tiempo en los amigos y en asumir ciertos riesgos…. Con eso no quiero decir que los padres no tengan que hacer su papel y seguir insistiendo en los estudios, en seguir acompañándoles en sus vidas para prevenir las conductas de riesgo y en seguir ejerciendo su autoridad, pero el adolescente tiene que cumplir con su rol y su naturaleza será intentar transgredir las normas de casa o por lo menos atreverse a cuestionarlas. Para ello, los padres tienen que ofrecer el espacio necesario para que el niño exprese sus quejas, sus desacuerdos y pueda transformarse en adolescente. A esta edad las reglas han de ser revisadas y algunas renegociadas con ellos. En consulta te encuentras el clásico perfil de paciente Peter Pan (un adolescente con entradas) que no tuvo la oportunidad de serlo cuando realmente le tocaba cronológicamente. Un niño modélico que no se convierte en adolescente, es preocupante, el que solo estudia, no pide salir de noche, se va el fin de semana con los padres, tiene pocos amigos, y está muy lejos de tener novio/a , una de dos, o le asusta crecer (padres sobreprotectores) o está reprimido (padres autoritarios), pero en ambos casos, el gen adolescente será mucho más rebelde y cronificado cuánto más tarde en salir. Como decía un profesor de psicología evolutiva, a cada edad se ha de hacer lo que toca…El comentario, mi hijo está muy adolescente, ya está en la edad del pavo, tiene mucha tontería… siempre es expresado con cara de terror pero en realidad, que un niño se convierta en un adolescente, es muy buena señal porque significa que tiene el espacio emocional en la familia para poder expresarse como tal.

Hace poco una amiga me comentaba que cuando había un conflicto en casa, se convocaba una asamblea familiar para abordar el problema conjuntamente. No cuestiono el método si al final el objetivo es afrontar y resolver el conflicto. Pero abogo más por la naturalidad que ofrece un contexto familiar que no tiene porque copiar métodos más formales. Cada contexto tiene su riqueza y en cada lugar, aprenderemos cosas muy valiosas e interesantes. Está bien que el niño respire dos contextos con reglas diferentes, en casa se come la verdura de una forma y en el cole de otra, lo importante es validar las dos formas para que no se vivan como una incoherencia, y que el niño pueda vivir en sintonía en cada ambiente y respetar ambos mundos.

Hay que aprender a obedecer pero también a desobedecer, hay que aprender a pedir perdón pero también hay que aprender a perdonar. Los adultos marcan las reglas, deacuerdo, pero también han de enseñar a sus hijos la flexibilidad de las normas, las excepciones, el reconocer cuando nos equivocamos … el convivir en el conflicto. No me creo a las parejas “perfectas” que no discuten nunca y a las familias “modélicas” donde nunca hay peleas. Hay que enseñar a los niños a canalizar la rabia, los celos, la tristeza y el enfado pero si prohíbo estas emociones en casa o son un tabú, no enseño a mi hijo a defenderse ante las injusticias, a defender sus derechos y a demostrar su valía personal cuando alguien le infravalora. En el cole aprenderán más a callar , a pasar por el tubo aunque no se esté deacuerdo pero en casa aprenderán más a defenderse y a expresar su criterio. Ambas habilidades son esenciales en la vida pero unas se ensayan o se tienen más oportunidades de vivir en casa y las otras más en la escuela.El esfuerzo de hacer algo que no nos gusta o que nos cuesta es importante para sobrevivir en una sociedad donde muchas veces la forma de conseguir algo implica ceder, pero también es igual de importante aprender a divertirse ,reconocer lo que nos gusta y luchar por ello, porque muchas veces el secreto del éxito en la vida tiene que ver en lograr ser uno mismo y luchar por mis ideas.

Hace un par de veranos, cuando mis hijos mayores tenían 3 y 5 años me encontré en la playa a una educadora del colegio que me preguntó si el mayor había hecho el cuaderno de vacaciones (por suerte no era obligatorio), por eso me atreví a contestarle la verdad, que era que ni siquiera lo habíamos comprado. Por otro lado, le expliqué un montón de avances que los niños habían hecho, entonces me sorprendí de la de cosas que habíamos trabajado casi sin darnos cuenta. El pequeño había tirado el chupete a los peces, habíamos instaurado la costumbre de cenar todos juntos y habíamos tenido tiempo de calidad para dedicarnos a jugar mucho con ellos. Ella me contestó que habíamos hecho un gran trabajo, así que ahora tras esa anécdota cada verano me propongo unos objetivos alcanzables aprovechando que al pasar más tiempo de calidad con ellos, también puedes aplicar normas nuevas porque las van a tolerar mejor.

Al final después de tantas teorías sobre la educación, a mí lo que me llama es el sentido común y la naturalidad. No es cierto que los niños solo se educan en la escuela, nosotros como padres también tenemos un montón de cosas valiosas que enseñar a nuestros hijos que solo aprenderán en la familia.

En casa aprendemos de la vida, a ser fuertes y a ser débiles, aprendemos a ser felices: hablamos de la muerte y de los monstruos que pueden salir del armario por la noche, también discutimos, nos gritamos y pataleamos. Lloramos por los miedos y las cosas que nos asustan, así que aprendemos a ver nuestro lado más vulnerable y a no avergonzarnos de ello. Aunque nos cueste bastante, nos pedimos perdón y aunque nos cueste perdonar, porque seguimos heridos un rato, perdonamos. Otras cosas no las perdonamos hasta que pasan unos días y también aprendemos que es lícito. Patinamos, vamos en bici o patinete, saltamos encima de las camas y del sofá, y desobedecemos cuando nos piden que bajemos y no bajamos hasta la quinta vez que ya nos lo piden gritando… También paseamos y le damos comida al perro, ponemos la mesa, y recogemos los juguetes aunque a veces pedimos ayuda a los padres, nos encanta sentirnos útiles y así sin darnos cuenta aprendemos a ser responsables. Hacemos muchas cosas que en el cole están prohibidas pero que también hemos de aprender, por ejemplo a enfadarnos con la autoridad (los padres) y discutirles las normas para salirnos con la nuestra y aunque pocas veces nos salimos con la nuestra, a veces se acaba negociando….así que aprendemos a hacernos escuchar y a hacernos valer. Jugamos con el Ipad , con el móvil y nos enfadamos cuando nos obligan a apagarlos, a veces con rabieta y lloros dramáticos, al rato se nos pasa porque aprendemos que no nos queda otra, que los berrinches se me pasan y así aprendemos a tolerar la frustración. Cocinamos galletas de chocolate con mucho azúcar, hay días especiales que comemos pizza, hacemos palomitas y vemos una peli y nos vamos a dormir más tarde de lo que toca, ponemos música y bailamos como locos….Así, aprendemos a divertirnos, a hacer lo que nos gusta, y a valorar las excepciones . Aprendemos a amar la naturaleza,  cuando nos llevan al mar, a la montaña, y nos damos cuenta que hay sitios increíbles que se pueden disfrutar sin gastar dinero. Aprendemos a querer a la familia, cuando pasamos un día con los abuelos, los tíos y primos como el dia Navidad donde todo el mundo está contento celebrando que estamos juntos. Aprendemos a compartir cuando invitamos a amigos a comer y aprendemos a valorar la amistad cuando disfrutamos de su compañía. Aprendemos a guardar secretos cuando descubro quien son los reyes de la navidad y aprendo a que a veces las mentiras son necesarias para no romper la ilusión de  los que todavía no quieren saber la verdad. Aprendo a respetar la intimidad cuando llaman a mi puerta cuando quieren algo o no leen mi diario ni me preguntan por cosas que no tienen porque saber. Aprendo a escuchar cuando me escuchan y a hablar cuando me hablan. Aprendo a querer porque me quieren.  Esta es una parte de la infancia y esas vivencias todo lo que en el cole no tendremos tantas oportunidades de aprender pero que también es necesario aprender….

Un niño que no es feliz en casa, no podrá aprender matemáticas en la escuela.

John Lennon dijo:

"Cuando yo tenía cinco años, mi madre siempre me decía que la felicidad es la clave para la vida. Cuando fui a la escuela, me preguntaron qué quería ser cuando fuera grande, escribí feliz. Me dijeron que yo no entendía la pregunta. Les dije que no entendían la vida".

Carla Pérez Martí

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